Por qué el fracaso es bueno
Kathleen King era y es una perfeccionista. Comenzó su carrera como empresaria a los 11 años vendiendo galletas con chispas de chocolate caseras en el puesto de su familia en una próspera comunidad turística de Long Island. Pasó horas jugueteando con la receta hasta que sus galletas fueron tan irresistibles, casi adictivas, que turistas y lugareños se agolparon en el puesto de la granja.